31/12/2017
La pasión del hincha no tiene limites, es un fenómeno que se vive en carne propia día tras día, hasta el momento de ingresar al estadio. Marco eligió a Instituto por una figurita, y se transformó en su gran amor.
El inicio de su pasión: “Instituto es una identidad, es otra cosa además de un resultado el fin de semana. Yo nací en Carlos Paz, por lo cual no tiene casi ninguna tradición del fútbol de Córdoba, por lo menos cuando yo era chico”, cuenta Marco.
El fútbol, una vía de escape: “Mi viejo era de Castelar, mi vieja de Cruz del Eje. Mucho interés por el fútbol nunca tuve, pero como en casa había muchos problemas, el fútbol me permitía escaparme un poco de esos dramas”, relata Marco.
El momento de la elección: “Cuando tenía ocho años me compré un álbum de figuritas de la revista Panorama Match, tenía una caricatura de los hinchas de los equipos de Córdoba. A mí me gustó la de Instituto porque estaba festejando y parecía feliz”, narra Marco.
Y continuó: “Yo elegí ser de Instituto. Recién a los 16 pude ir a la cancha y ahí escuche el cántico: ‘Esta es tu hinchada, esta es tu gente, porque somos los mismos de siempre’. Ahí sentí que quería estar para siempre”, cuenta Marco sobre su primer partido en el Monumental.
Los hinchas entregan sus emociones a su equipo y Marco, definitivamente, encontró en Instituto una enorme pasión: “Yo encontré en Instituto el sentido de pertenencia y la identidad que necesitaba. Alta Córdoba se volvió mi lugar en el mundo, es donde mejor me siento”, dice el albirrojo.
Entre alegrías y sinsabores se fue forjando como hincha: “Llegó el ascenso con Chacarita, el descenso con Almagro. El equipo del ‘Tata’ Martino, todas las chances de ascender que perdimos a pesar de ser el mejor lejos…”, relata Marco.
Su momento de júbilo, la gran alegría: “Y llegó el ascenso con Almagro. Con el gol del ‘Tano’ Riggio, que ni siquiera lo grité porque estuve llorando, desde que entró la pelota, una hora mas o menos… que felicidad…”, cuenta Marco.
Su familia: “Conocí a mi mujer a los 22 años, allá por el 2004. En el año del ascenso. Luego nació mi hijo Joaquín y me di el gusto de comprarle un babero que decía: ‘Yo nací siendo hincha de Instituto’, fue el primero de la familia que nació siendo de La Gloria”, dice Marco.
La primera vez para Joaquín: “La primera campaña que lo llevé a mi hijo a la cancha fue la del equipo de Franco, con Dybala en el equipo. Fuimos todos los partidos porque había demasiada gente y era muy chiquito”, comenta Marco.
El momento más triste: “La derrota frente a Ferro me hizo muy mal. Estuve varios años sin poder ir a la cancha. Me descomponía cada vez que entraba. Me afectó mucho”, recuerda con dolor.
Su familia albirroja se agrandó: “Mi señora tuvo un embarazo de alto riesgo y fue derivada al Hospital Francés en Alta Córdoba, fue obra del destino. Y Victoria nació en el barrio Alta Córdoba, fue la primera de la familia”, cuenta Marco.
Se curó la herida, había que volver a la cancha:”Mi hijo se hizo más grande y me empezó a pedir por favor que lo lleve a la cancha. Y de a poco fuimos volviendo. A mi señora le gusta el basquet. Y también empezamos a ir a los partidos”, dice Marco.
Fútbol y basquet, la pasión se acrecenta: “Ir a la cancha se transformó en una obligación familiar. En el basquet la nena por ahí se aburría, pero el otro día íbamos en el auto y me dijo: ‘¿Sabes que papá?, mi marido y mis hijos van a ser de Instituto’, eso me llevó a una reflexión. Ahí me dí cuenta lo que significa Instituto”, narró Marco.
El sentido de pertenencia, en las palabras de Marco Ojeda: “Yo elegí a Instituto hace 30 años por una figurita. Y se volvió una identidad para mi familia, mis hijos y probablemente mis nietos por lo que me dijo mi nena. Podremos tener malos resultados deportivos, y muchos se amargan de lo que podemos ser y no somos. Los demás equipos pueden ganar todo, a mí solo me interesa Instituto. Este club es mi identidad y va más allá del resultado deportivo. Nunca lo imaginé cuando lo elegí hace 27 años, en una figurita”
Por: Juan Pablo Luna