05/10/2017
Ricki, como lo apodan al diez de La Gloria, tiene una linda historia para contar. Trabajó en una gomeria y fue panadero, pero siempre quiso ser un futbolista profesional, y en la web de Instituto dijo que vive un sueño: “Llegué a un club grande y el objetivo claramente es ascender a Primera”. Un diez sin cassette.
Blanco pasó momentos duros hasta llegar a ser un profesional: “Tuve muchos altibajos en el fútbol, me dediqué a trabajar en la gomeria de mi viejo para ganar algo de plata y estaba metido todo el día ahí. Si no trabajábamos, no comíamos”, dijo el volante sin tapujos.
Y comenta: “Nací en Mar del Plata, pero mi infancia la viví en Quilmes, me crié en una villa llamada Colino. Luego me mudé a la villa Los Eucaliptos, ahí jugábamos por plata con el ‘Kun’ Aguero”, dice el diez, que compartió equipo con quién fue estrella en Independiente y luego partió a Europa para ser ídolo en el Manchester City, de Inglaterra.
El fútbol callejero, una pasión para Blanco: “Me encantaba jugar en la villa, tenía 15 años, pero era difícil porque había gente muy pesada. A veces no había gambetear tanto porque sino te metían un tiro. Ahí en la villa perdí el miedo, se me hace más fácil ir para adelante en el fútbol después de eso”, confiesa sobre los intrincados partidos que vivió en un entorno complicado; el fútbol en estado puro, dirían los viejos comentaristas bonaerenses.
Sus inicios como profesional: “Jugué en Deportivo Armenio, a los 18 años, debuté con Nueva Chicago. Pero al año y medio me fui porque el entrenador no me tenía en cuenta. Volví a trabajar en la gomería y a jugar por plata en la villa”, narró Ricardo.
Su trabajo de gomero: “A la gomeria le dicen ‘Los pecosos’, es de mi papá y trabajábamos los ocho hermanos. Yo soy el más negrito. Mi función era emparchar y trabajar con aros, eso es difícil porque si te salta uno te podes quedar sin un ojo. Mi viejo trabajó siempre con barretas, recién ahora tiene herramientas automáticas, antes era barreta y masa”, relata Ricki.
El fútbol siempre fue su pasión, pero la prioridad era su trabajo, para subsistir: “Se me complicaba con el fútbol, iba a una liga de Escobar pero mi papá me decía que tenía que mantener a mis hijos porque ya era padre. Mis padres se llaman Darío y Sandra, y mis hermanos Juan, Diego, Leo, Gonzalo, Mauro, Camila y Lara”, comenta Blanco.
Blanco hizo un gran esfuerzo en sus trabajos, pero la pasión por la pelota le iba a dar una oportunidad: “Yo trabajaba de noche en una panadería, de dos a ocho de la mañana. Repartíamos pan árabe en toda Capital, en Buenos Aires. Cuando salía de trabajar me iba a entrenar a la liga, me pagaban 500 pesos por partido. Un día el presidente de Deportivo Malvinas, de la Liga de Escobar, me llevó a una prueba a Chacarita y unos empresarios me ofrecieron ir a Villa Ramallo”, narra sobre el momento en el que le llegaría la chance.
La llegada a un equipo que dio que hablar por lo bien que jugaban: “En Defensores de Belgrano de Villa Ramallo llegué con 23 años y estaba como entrenador Gabriel Gómez, no me conocía ni por casualidad. Hasta el día de hoy se acuerda. El primer día que entrené me dijo que sabía que trabajaba de panadero, pero que me iba a observar. Metí tres goles en la primera práctica y quedé”, dice Ricardo y se le dibuja una sonrisa en la cara. La chance había llegado después de tanto andar.
Recuerdos sobre ese buen equipo y su agradecimiento a quien hoy lo dirige en La Gloria: “Gracias a Gabriel Gómez aprendí mucho en el fútbol, ahí fue donde di el paso más grande. Mi cabeza hizo un clic, empecé a madurar como jugador. Compartí equipo con German Lesman y Javier Fernández, hoy somos compañeros en Instituto. También compartí equipo con Alexis Bulgarelli que está en Agropecuario y Guido Herrera, que hoy está en Talleres”, recuerda el volante ofensivo albirrojo.
Mano a mano con Talleres, Defensores de Villa Ramallo no pudo ascender, luego de un gran torneo: “En el Argentino A jugamos un gran torneo, cuando jugamos con Talleres en el Kempes los bailamos ojo (se ríe), pero por esas cosas del fútbol no pudimos ascender. Son lindas anécdotas que te quedan”, expresa Blanco.
Después, su llegada al club de Floresta, con él como figura y Lesman como goleador de la B Nacional: “Luego me fui a All Boys, con Lesman. Nos fue muy bien. El colorado partió a Huracán, que lo compró. Yo me fui a Kuwait. Fue difícil jugar en ese país, son muy cerrados. Mucho calor, partidos con 47 grados. Muy linda experiencia, pero no se si volvería”, se sincera Ricki.
Blanco eligió a Instituto, con un objetivo claro: “Me llamaron de clubes de Primera y de la B Nacional, pero yo vine a Instituto con unas expectativas grandes. Acá no hay que ponerse el cassette, acá hay que venir a ascender. Este es un club muy grande. Si decís que venís a sumar sos un mediocre. Este es un club ganador y acá se viene a ganar todo, tenemos que ascender a Primera. No hay otra”, clarito el diez.